LMA 4

LMA 4
Una nueva batalla se acerca, el conocimiento de una antigua profecía que amenaza con acabar su mundo tal y como lo conocen, sumada a un antiguo legado de poder, son los protagonistas de esta nueva historia… acompáñenme a descubrir cómo harán frente nuestros valientes Arzhaelíes a esta nueva aventura con la ayuda de... Los Cinco Elementos

jueves, 4 de diciembre de 2014

Cap. 14 Sangre Inocente…



Estefanía Lery nunca pensó que su vida podía llegar a ser tan miserable. Mientras hacía un repaso mental de la misma. Cuando se casó con Kristoph Lery se sintió feliz, había logrado su objetivo, contraer matrimonio con alguien de una familia de sangre tan limpia como la suya. Eran si no queridos, por lo menos respetados en la comunidad Arzhavael. Cuando se enredaron con los Nurión las cosas empezaron a complicarse, sintió pánico cuando su hermano fue enviado a Fangelsi. Sin embargo, a pesar de estar involucrados hasta los huesos en los planes de Nurión, habían logrado mantener su estatus gracias a la habilidad de Kristoph.
No obstante, las cosas se complicaron para su familia, debido a los sucesivos errores cometidos, primero en relación a los gemelos Douglas, y luego con los constantes fracasos para atrapar a los Arzhaelíes. Los últimos tiempos de Nurión fueron para ella una pesadilla, y a pesar de odiar a los Douglas en forma visceral, cuando los gemelos mataron a Nurión, tuvo la esperanza de recuperar algo de su antigua vida, pero Kristoph fue encerrado en Fangelsi y para mayor desgracia, su hijo se obsesionó tanto con la mal nacida de Samantha Douglas, que lo llevó a la perdición también. Pensó entonces que su vida no podía ser peor, pero no sabía lo equivocada que estaba.
Sus actuales circunstancias le demostraron su error, porque ahora era prisionera en su propia casa, no se le permitía salir de su habitación, y en cualquier caso no habría tenido ni voluntad ni fuerzas para hacerlo. Había sido maltratada, humillada y vejada hasta límites que jamás habría sospechado, que pudieran existir. Aquel infeliz la había convertido en una esclava de sus perversiones. Vivía sus días en el terror constante de que llegara la noche, porque sabía que sería sometida nuevamente a la humillación y al dolor. Estaba segura de que moriría en cualquier momento, su cuerpo ya no resistiría mucho más y en realidad, morir era lo único que deseaba.
A través de la bruma en que se sumergía su cerebro durante el día, pudo escuchar el llanto de un niño, pensó que debía estar alucinando. ¿Habría llegado el momento de su muerte? Sonrió. Si era así su último deseo habría sido cumplido.

Mikael se encontraba en Edernez acompañando a uno de sus compinches que aún no se recuperaba de una maldición muy bien dirigida, por parte del marido de la fulana Douglas. Si estaba allí no era porque tuviera un interés especial en la salud del individuo, en realidad pensaba que había sido muy estúpido, pero le pareció un buen lugar para buscar lo que necesitaba. A saber, la niña que lo ayudaría a conseguir su propósito. De manera que sintió mucha satisfacción cuando escuchó el apellido McKenzie, y para mejor, la chica tenía dos niñas, justo lo que necesitaba, de modo que se preparó a esperar.
Cuando vio que salían al pasillo, se levantó de la silla y las siguió a cierta distancia, y cuando lo consideró oportuno atacó a la chica por la espalda haciendo que perdiese el sentido. En medio de la confusión agarró a la pequeña y salió lo más sigilosamente que pudo.
Una vez en la casa, se dirigió a la habitación donde tenía encerrada a Estefanía. Entró y la vio, desmadejada en la cama.
-         ¡Levántate, no seas holgazana!
Estefanía se alarmó pensando que ya había anochecido  Abrió los ojos y entonces su asombro no tuvo límites. Mikael estaba de pie con una pequeña niña rubia a su lado. Ese era el llanto que había escuchado. A pesar del dolor y la terrible debilidad que sentía, se levantó.
-         Es necesario que te hagas cargo de esta niña  -- le dijo  --  aliméntala, hazla dormir lo más que pueda,  porque la necesito bien despierta esta noche  --  le ordenó
Estefanía compuso cara de pánico. ¿Qué pensaba hacer aquel animal con esa niña? Por simple instinto abrazó a la pequeña contra su pecho.
-         No te encariñes mucho  --  le dijo con maldad  --  además, hasta dónde sé tu marido y tu hijo, por lo que deduzco que tu eres de la misma opinión, los McKenzie son unos títeres de los Cornwall y de Eowaz O’Malley,  de modo que entérate que esta nena es una McKenzie.
Miró a la niña durante unos segundos, pero independientemente de quien fuera, no merecía estar en manos de aquel depravado. Mikael abandonó la habitación recordándole que vendría en la noche por la niña. Unos minutos después apareció un nisser llevando una bandeja con comida para las dos prisioneras. Estefanía hizo comer a la pequeña, y luego la acostó con cuidado.

La noche había caído y no había noticias de Aelig. La visita de Giulian y Mael al hospital solo confirmó sus sospechas. Aparte de que Mael había identificado con absoluta precisión el olor de Mikael, los hombres de Denouel interrogaron a varias personas, y dos de ellas confirmaron la misma historia. Un hombre joven que supusieron podía ser el padre de la niña, la tomó en brazos, pero después no lo volvieron a ver.
La desesperación y el desánimo, se extendía como un veneno por todos los que intentaban dar con la pequeña. Sam sentía un gran dolor, no podía y no quería ni imaginar lo que pudiera pasar con Aelig en manos de aquel infeliz. Sintió un odio profundo hacia Mikael, y se juró a sí misma que encontraría a la niña costara lo que costara. Se secó las lágrimas y con determinación, se dirigió al grupo que estaba próximo a salir para ir con ellos.
-         Sam,  --  la detuvo Giulian  --  deberías ir a descansar, nosotros nos encargaremos.
-         ¿Descansar?  --  lo miró con incredulidad --  ¿Crees que podría descansar? Apenas si puedo soportar la pena, no me pidas que me vaya a casa a no hacer nada.
-         Giulian tiene razón  --  la sorprendió la voz de Kenny que se había acercado sin que lo notaran  -- Descansa un poco y…
-         Kenny  --  lo cortó ella  --  te prometí que te devolvería a tu hija, y te juro que lo haré.
Y dejando a los dos hombres mirándose con expresiones extrañas, se marchó de allí. Si tenía que hacerlo sola, pues lo haría.

Mikael entró a la habitación a buscar a la niña, pero Estefanía había tomado una decisión que tenía un  propósito muy específico. No le permitiría llevarse a la niña, para hacerlo tendría que matarla y de ese modo si no podía salvar a la pequeña, al menos no la vería sufrir porque ella misma estaría muerta. Así que cuando lo vio en la puerta, se paró y se colocó delante de la cama para proteger a la niña. Al ver ese gesto Mikael rió desagradablemente.
-         ¿Qué supones que conseguirás con eso?
-         No voy a permitir que le hagas daño a esta niña  --  dijo con determinación
-         ¿Te das cuenta de lo ridículo y patético de tu situación?  --  preguntó  --  No estás en posición de impedirme nada. Ni siquiera tienes una Gwialen.
Mientras hablaba se había ido acercando y le sorprendió que Estefanía no se alejara.
-         Tendrás que matarme para…
-         No seas estúpida  --  y la miró con desprecio  -- Si tú mueres, será porque yo lo decida y de ser así, será cuando y como yo quiera. Ahora apártate de mi camino, que tengo cosas que hacer.
Pero ella no se movía. Bien se dijo Mikael, ella lo está pidiendo a gritos. Levantó su Gwialen y la dirigió a la mujer.
-         Tu última oportunidad Estefanía  --  pero ella no se movió  -- Como quieras  --  y con absoluta tranquilidad  --  ¡ARTAITH!
Mientras la mujer se retorcía de dolor, tomó a la niña en brazos y salió de la habitación dejando a Estefanía tirada en el piso. Ya se ocuparía después de ella.

Samantha se traslada de un lugar a otro sin rumbo fijo, se preguntaba una y otra vez ¿dónde podía estar? Llegó hasta la antigua Mansión Lery. Entró con precaución pero sabía que no estaban ahí. Sin  embargo, bajó al calabozo después de cerciorarse que no había nadie, subió a los pisos superiores y registró todas las habitaciones. Cuando ya bajaba, se puso alerta. Había alguien allí.  Deseó no ser vista y siguió bajando. En cuanto se aseguró de quien era el otro intruso, volvió a materializarse.
-         ¡Sam! ¿Quieres matarme de un susto?  --  dijo Danny
-         Parece que ambos tuvimos la misma idea ¿no?
Se miraron durante unos segundos y al momento siguiente ella se lanzó en brazos de él, dejando salir toda la frustración y el miedo que había estado acumulando en las últimas horas.
-         Sabes que en realidad no es nuestra culpa ¿no?  --  dijo Danny  --  hablé con Di hace rato y me contó lo que sucedió con Anastasia  --  dijo al ver su cara de desconcierto
-         Trato de decirme eso  ¿pero en verdad no es culpa nuestra?
-         Por supuesto que no Sam.
-         Danny tú lo escuchaste. Dijo que veríamos morir a todos los que amamos.
-         No pienses en eso. La vamos a encontrar, ya verás.
-         Ese hombre es cruel y malvado, me aterra pensar…
-         No lo hagas. ¿Por qué no vas a descansar un rato?
-         No podría Danny. Ya me siento bastante culpable como para…
-         Ya te he dicho que no tenemos la culpa Sam. Nosotros no somos responsables por lo que ese maniático haga   --  dijo irritado  --  Estamos haciendo todo lo que podemos Sam.  --  agregó más suavemente.
La mantuvo un rato más en sus brazos acariciando sus cabellos, hasta que la sintió más tranquila.
-         Antes de venir para acá  --  le dijo  -- pensaba ir a la casa, necesito comer algo y quiero ver a los niños y a Di un momento. ¿Vienes conmigo?
-         No creo que sea buena idea  --  dijo con tristeza.
-         ¡Vamos Sam!  Lo de Anastasia estoy seguro que fue producto de los nervios.
-         Sí seguramente, pero prefiero no imponerle mi presencia. Ve, yo estaré bien.
-         No quiero dejarte sola. Además les prometí a nuestros padres y a Giulian que si tenía oportunidad te llevaría a casa.
-         Pues diles que no la tuviste
Y diciendo eso se desapareció dejando a Danny perplejo. Cuando se recuperó de la súbita partida de su hermana, sacudió la cabeza, suspiró y se desapareció hacia la casa de los McKenzie.

Mikael ya se encontraba frente al árbol nuevamente. Sentó a la niña y posó sus manos en el tronco. De inmediato la tierra comenzó a temblar. Pensó que la niña se asustaría y comenzaría a llorar, pero estaba tranquilamente sentada donde la había colocado. Cuando apareció la puerta pronunció la palabra que la abría y tomando a la niña de la mano, comenzó a caminar hacia el interior. Una vez dentro vio aparecer a la extraña criatura con cuerpo de toro y cabeza de hombre. Se estaba preguntando cómo proceder, cuando escuchó una voz conocida a su espalda.
-         Déjala, ella sabe qué hacer  --  dijo Alseides
Miró a la niña y encogiéndose de hombros, dijo para sus adentros, que si aquella criatura atacaba, mejor que fuera a la niña y no a él. Pero Aelig avanzaba y el guardián no había hecho ademán de atacarla. Escuchó el chillido procedente de las alturas, pero la criatura no se dejó ver. La niña avanzó y el hombre-animal no hizo nada por atacarla. Ya casi la había perdido de vista. Se disponía  a preguntarle a Alseides qué tan lejos estaba el Corazón de Diamante, cuando una luz muy intensa comenzó a brillar al fondo. No se veía nada, excepto un brillo muy intenso. Pasados unos minutos, comenzó a disminuir hasta extinguirse por completo. Poco después, vio que la niña caminaba de nuevo hacia él. Su corazón comenzó a correr desbocado. Estaba a punto de lograrlo. La pequeña casi había llegado. Apenas la tuvo al alcance, le arrebató  la piedra. En principio, una vez que la tuvo en sus manos se sintió decepcionado. Parecía un vulgar cristal, engarzado a una cadena. Pero enseguida, recapacitó y se dijo que no importaba la apariencia que tuviera si esa era la llave para conseguir su propósito.
-         No todo luce como en realidad es  --  dijo Alseides  -- No te dejes engañar por su humilde apariencia, lo que tienes en las manos, es un objeto mágico de gran poder. Y lo más importante, te permitirá acceder a lo que quieres. 
Mikael pensó que en realidad eso era lo único que importaba.  Pero no tuvo tiempo de pensar en nada más, porque sintió que nuevamente el suelo se estremecía bajo sus pies. Una voz que resonaba en las paredes y que tenía la propiedad de helar la sangre, se dejó escuchar.
-         Tienes en tus manos la llave que romperá las cadenas que me han mantenido en cautiverio durante mucho tiempo. Soy WREEDHEID, amo y señor del plano del origen y el principio de todo. Conozco tus intenciones. Tu sangre está maldita, por las atrocidades cometidas por tus antepasados. A pesar de eso, posees el  poder de tu sangre, pero tu egoísmo y tu arrogancia no te han dejado avanzar. Crees merecer más de lo que tienes, cuando en realidad tienes más de lo que mereces. Sin embargo, si me sirves bien, obtendrás lo que quieres, siempre que no subestimes a tus enemigos.
Después de la sorpresa inicial, Mikael sintió ira cuando escuchó la descripción que hacían de él, pero en beneficio de sus planes, guardó silencio.
-         Eres malvado y cruel, pero eres astuto, con eso bastará.
-         ¿Qué debo hacer ahora para liberarte?
-         Dos días antes del solsticio de invierno deberás volver, entonces te indicaré qué debes hacer. Después de eso, permanecerás aquí el tiempo que sea necesario hasta que aprendas a manejar el poder que te será entregado. Y reunirás para mí el ejército de criaturas que antes estuvo a mi servicio.
-         Tengo enemigos poderosos  --  dijo Mikael  --  y hasta tanto no tenga un mayor poder no podré acabar con ellos. Indícame que hacer mientras ese momento llega.
-         Tu venganza tendrá que esperar. Por lo pronto haz lo que mejor sabes hacer, escóndete. No cometas estúpidos errores que echen por tierra nuestros planes.
La tierra dejó de vibrar, y Mikael supo que había llegado el momento de marcharse, pero recordó algo, y se volvió hacia la mujer que esperaba pacientemente.
-         Estoy listo para cumplir mi promesa  --  le dijo  -- ¿Qué hacemos con la niña?
-         Déjala, nada le pasará. Estará allí cuando regreses  --   comenzó a caminar y Mikael la siguió
Llegaron a una estancia muy amplia, había pocos muebles, pero se veían numerosos estanques de agua y fuentes naturales. Podría decir que era un lugar hermoso, si él tuviera la capacidad para apreciarlo. Sin embargo, se dijo que aquella no parecía una prisión muy austera, ni desagradable.
-         Hasta el lugar más hermoso, perdería su belleza si tuvieras que permanecer en él por tiempo indefinido  -- dijo Alseides.
Pensó que no estaba para filosofar con aquella mujer, quería terminar con esto lo más pronto posible, ya que no sería especialmente placentero, a pesar de la belleza de Alseides, porque su instinto le dijo que no sería sensato infringirle ningún daño.
Se acercó a ella pero en cuanto la tocó, retrocedió espantado. La criatura de espectacular belleza que había tenido hasta hace un momento frente a sí, había desaparecido dando paso a un ser espantoso. Su piel se había convertido en una superficie escamosa, y su hermoso rostro en una máscara horrorosa que en nada se parecía a un rostro femenino.
-         Pero qué…
-         Hace un momento te lo dije  --  dijo con una voz que había dejado su musicalidad para convertirse en algo parecido a un graznido  --  no todo luce como en realidad es.
-         ¿Pero…qué…qué se supone que eres?  --  logró articular por fin
-         Una ninfa de los bosques  --  contestó
-         No puede ser  --  dijo él  -- las ninfas son…
-         ¿Mujeres hermosas? 
Mikael vio con asombro que había recuperado su primitiva forma, al él irse alejando.
-         Lo sigo siendo  --  dijo ella  --  con la condición de que ningún hombre me toque.
-         ¿Por qué?
-         Fui castigada por la señora de los bosques, a causa mi comportamiento con los viajeros. Mi castigo cesará el día que un hombre pueda amarme a pesar de mi condición.
Él pensó que eso era algo que difícilmente ocurriría nunca.
-         Es hora de que cumplas tu promesa.
Pero nada había más lejos de sus intenciones. Miró a Alseides con desprecio y le dio la espalda para marcharse.
-         Pagarás muy caro tu traición.  --  dijo ella, pero él ya no la escuchaba  --  No sabes lo que significa traicionarme.
Mikael salió con paso apresurado sin mirar ni un momento atrás, cogió a la niña y se marchó. Caminó un buen trecho, antes de poder desaparecerse. Mientras caminaba, ya la ninfa había salido de su mente, ahora su preocupación era qué hacer con la niña. Era ciertamente un gran estorbo, lo más fácil hubiese sido deshacerse de ella. Rápido y sencillo. Pero como no sabía si lo que le había dicho Alseides era cierto, no iba a arriesgarse cuando estaba tan cerca. Una idea tomó forma en su cerebro. Conservaría a la niña hasta el momento en que pudiera liberar a WREEDHEID, después perdería su utilidad y podría devolvérsela a sus padres en un frasco. Sonrió, le encantaría verles la cara cuando recibieran lo que quedaría de su hija, y estaba seguro que con eso, también le causaría un gran dolor a los Douglas. Sí, eso es lo que haría.

Llegó a la casa, encerró a la niña en una habitación, y le ordenó a un nisser, que se hiciera cargo de las necesidades de la pequeña.  Una vez hecho esto, se dirigió a la habitación de Estefanía. Había llegado el momento de liberar todas las tensiones del día.

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